Puede que seas consciente de que padeces reflujo o regurgitación, o de la quemazón ácida a la que nos referimos como ardor, y puede que este libro te haga darte cuenta de otros posibles síntomas que hasta ahora no has considerado importantes (recordemos que no todo el que padece reflujo ácido experimenta ardor).
Hay quien afirma que puedes comprobar tu acidez estomacal tomando bicarbonato sódico y midiendo el tiempo que tardas en eructar. Aunque la ciencia que apoya esta teoría goza de cierta credibilidad (bicarbonato + ácido estomacal = dióxido de carbono = gases), existen demasiadas variables como para que este cálculo pueda emplearse en un diagnóstico preciso.
Otras pruebas sobre la acidez de la saliva, la orina o la sangre no guardan relación con la acidez estomacal. Tal y como se indica, lo más probable es que el problema no sea el grado de acidez del estómago.
La campaña informativa británica sobre cánceres gastroesofágicos del Servicio Nacional de Salud de febrero de 2015, titulada “Be Clear on Cancer” (Aclárate con el cáncer), que declaraba febrero como el mes del cáncer de esófago en el país, afirmaba que el ardor persistente podría ser un signo de cáncer y recomendaba “informar a tu médico”.
El consorcio de asociaciones benéficas Action Against Heartburn, que promueve el diagnóstico temprano del cáncer de esófago, señala que debes consultar con tu médico de cabecera ante cualquiera de estos síntomas:
- Ardor persistente (reflujo ácido, a menudo por las noches) durante tres o más semanas
- Indigestión persistente durante tres o más semanas
- Hipo persistente o un sabor desagradable en la boca
- Dificultades o dolor a la hora de tragar alimentos
- Pérdida de peso injustificada
El reflujo ácido es una de las quejas más habituales que se escuchan en las consultas de atención primaria. Por lo general los médicos de familia prescriben un tratamiento de algunas semanas con IBPs. Si los síntomas persisten, se puede aumentar la dosis para los pacientes que regresan a consulta o, en función de la evaluación de riesgos que se realice, pueden verse derivados a gastroenterología para nuevos estudios. Los pacientes que se consideran de mayor riesgo son hombres, blancos, de más de 50 años, con sobrepeso y con antecedentes familiares de cáncer de esófago.
Diagnósticos clínicos
Existen muchas pruebas que pueden realizarse para determinar si los problemas provienen de un exceso o una insuficiencia de ácido (pHmetría y manometría esofágica de 24 horas o monitorización ambulatoria de pH de 48 horas con cápsula Bravo), de las dificultades al tragar (esofagografía con bario), del reflujo causado por un esfínter esofágico inferior débil (manometría, determinación de pepsina en saliva), o de otras fuentes. Sin embargo, la primera herramienta diagnóstica es por lo general la endoscopia, en la que se utiliza una cámara para bajar por la garganta y el esófago en busca de signos de daño, o bien se traga una cápsula con una cámara. Pronto será posible recurrir a una técnica más novedosa y menos invasiva (CytospongeTM).
Otras pruebas que se pueden llevar a cabo son la ecografía, la radiografía y la tomografía computarizada. Los resultados obtenidos mediante estas pruebas se analizan para determinar con exactitud cuáles son los problemas existentes y preparar así un régimen de tratamiento adecuado.