La hipoclorhidria es un trastorno en el que no hay ácido clorhídrico suficiente en el estómago. Mientras que la hipersecreción de ácido es un problema reconocido y tratado en este libro, hay personas que sufren de hipoclorhidria natural: no producen el ácido suficiente. Sin embargo, una medicación para la supresión del ácido a altas dosis también puede provocar que haya una cantidad muy baja de ácido. Es el resultado de que los medicamentos funcionen demasiado bien.
El ácido estomacal es esencial para filtrar las vitaminas y minerales esenciales de los alimentos y que así se absorban mejor en los intestinos, para estimular la producción de pepsina y otras encimas y para luchar contra bacterias no deseadas. En el estómago, el ácido clorhídrico extrae esos minerales y vitaminas esenciales de los alimentos. Para permitir que el duodeno los procese, se convierten químicamente en cloruros, que se pueden asimilar con mayor facilidad.
La hipoclorhidria puede causar niveles bajos de vitamina B12 y anemia debido a una absorción insuficiente de hierro, hipocalcemia y agravamiento de la osteoporosis por una baja absorción de calcio, hipomagnesemia por una mala absorción de magnesio, etc. [c-xi]
Otra de las funciones del ácido estomacal es eliminar las bacterias no deseadas, por lo que la hipoclorhidria puede provocar una mayor incidencia de infecciones por bacterias como la C. difficile. En Estados Unidos, donde los IBPs se han vendido sin receta y se han anunciado en televisión durante años, este trastorno es un problema que llevó a la Administración de Alimentos y Medicamentos a emitir un aviso contra el uso excesivo de IBPs. Se trata de medicamentos potentes cuyo uso siempre debería estar controlado por un médico que se asegure de que se están utilizando correctamente y con la dosis eficaz más baja posible.
Distintos estudios han mostrado que “los pacientes que reciben recetas de IBPs de su médico de cabecera tienen más probabilidades de no hacer un uso óptimo de los mismos y de mantener un mal control de sus síntomas”. [c-xii] Los avisos de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos han provocado que mucha gente le haya cogido miedo a los IBPs y haya recurrido a terapias “naturales” como alternativa.
Sin embargo, los efectos secundarios de la hipoclorhidria se han exagerado enormemente. La mayoría de los pacientes que consumen la dosis eficaz mínima no tienen por qué experimentarlos. Aquellos que llevan años recibiendo altas dosis de medicación para la supresión del ácido, no obstante, deberían someterse a análisis de sangre con regularidad para controlar los niveles de minerales, y puede que necesiten que se les prescriban suplementos*.
Un artículo publicado en marzo de 2017 [c-xiii] ofrece diez consejos con buenas prácticas, entre los que se incluye no consumir IBPs a largo plazo para el tratamiento del reflujo ácido, pero sí en el caso de pacientes con esófago de Barrett.
*Es necesaria una receta para estos suplementos si se quiere obtener una dosis y formulación correctas. Por ejemplo, se necesita citrato de calcio para aumentar los niveles de calcio, en lugar del carbonato cálcico (más barato y fácil de conseguir), que lo único que hace es reaccionar con el ácido estomacal restante y reducir aún más su presencia.