Si el reflujo persiste puede atravesar toda la columna del esófago y atravesar el esfínter esofágico superior, un grupo de músculos (incluido el cricofaríngeo) que se abre al tragar para permitir que la comida entre al esófago en lugar de a la tráquea.
En realidad, el reflujo que se produce en este caso se clasifica como extraesofágico, pero a menudo se conoce como “reflujo laringofaríngeo” (RLF), “reflujo respiratorio” o “reflujo silencioso” (este último término también se aplica al reflujo en la parte inferior del esófago cuando no se experimenta ardor).
Incluso si el ácido se ha reducido o neutralizado con supresores del ácido o antiácidos, la regurgitación del contenido estomacal y el reflujo extraesofágico (conocido como enfermedad por reflujo no erosiva o ERNE) también puede causar daños.
Desde la parte superior del esófago llega hasta el sistema respiratorio, donde se puede aspirar por la garganta, pulmones, boca y nariz.
Este reflujo irrita el recubrimiento interior de la garganta y los bronquios e induce la producción de un exceso de mucosa. Por lo tanto, quienes lo padecen sienten a menudo la necesidad de aclararse la garganta, y una aspiración profunda en los pulmones puede desencadenar tos crónica puesto que estos órganos tratan de expulsar la sustancia extraña.
En los pulmones, el reflujo puede causar síntomas similares al asma. Puede incluso acumularse y derivar en neumonía, bronquiectasia o fibrosis pulmonar idiopática.
Al causar irritación en la laringe, puede provocar ronquera y dolor de garganta.
Cuando trata de evitar el reflujo extraesofágico, el músculo cricofaríngeo puede apretarse o contraerse espasmódicamente y producir una sensación de nudo en la garganta conocida como globus.
Por las noches, al tratar de evitar el reflujo, el músculo cricofaríngeo puede cortar la respiración y provocar apnea obstructiva del sueño.
Cuando entra en la boca, el reflujo tiene un mal sabor y causa mal aliento. También puede provocar erosión dental, caries y bordes afilados en los dientes.
Desde la parte posterior de la garganta, el reflujo puede viajar a través de la trompa de Eustaquio a los oídos, donde puede causar una producción excesiva de cera. Este efecto se produce con más frecuencia en el oído derecho, dado que tumbarse sobre ese lado causa más reflujo que hacerlo sobre el izquierdo. También puede generar acúfenos, vértigo periférico (mareo) y otitis media.
Si entra en las fosas nasales, el exceso de mucosa que se produce en ellas puede causar goteo postnasal y tos, lo que provoca la aspiración recurrente del paciente para tratar de controlarlo.
Esto puede reducir el sentido del olfato (hiposmia), causar sensaciones olfativas distorsionadas (parosmia) o incluso hacer que el paciente experimente alucinaciones olfativas (fantosmia).
Desde las fosas nasales puede alcanzar los ojos a través de las glándulas lacrimales y causar síndrome del ojo seco.
Un cuestionario realizado en 2014 con 100 pacientes con reflujo [r-i] mostró que un 70% manifestaba irritación de garganta, un 64% se aclaraba la garganta frecuentemente, un 58% presentaba goteo nasal, un 58% tos crónica, un 53% sinusitis, un 53% un mal sabor de boca, un 50% globus (nudo en la garganta), un 42% síntomas similares a los del asma (falta de aliento), un 41% caries o bordes afilados en los dientes, un 35% síntomas catarrales (nariz taponada), un 35% afonía, un 35% ojos secos o legañosos y un 30% acumulación nocturna de cerumen.
En el apartado de otras respuestas se registraron también los siguientes síntomas con cierta frecuencia: mal aliento, acúfenos, hiposmia (reducción del sentido del olfato) e irritación de garganta.
Tras los resultados del cuestionario de 2014, tres nuevas encuestas interrelacionadas se llevaron a cabo en 2017 con más de 200 pacientes [r-ii]. Estas investigaciones estructuraron los síntomas y exploraron la eficacia de los IBPs y de la cirugía antirreflujo en su tratamiento.
El primero de estos cuestionarios se dirigía a pacientes con reflujo que no utilizaban a diario medicación preventiva pero que podían utilizar de forma ocasional antiácidos en caso necesario, y obtuvo 51 respuestas.
Las afecciones de garganta fueron las más comunes. Un 63% de los encuestados afirmaba experimentar irritación y dolor de garganta, afonía o carraspeo constante como síntomas. Un 45% refería globus; un 43% goteo postnasal, sinusitis o catarro; un 33% mal aliento o mal sabor de boca; un 31% ojos secos o legañosos; un 31% problemas auditivos: acumulación de cerumen, otitis media, acúfenos o mareos; un 27% síntomas torácicos como tos o asma; y un 22% problemas dentales.
El segundo cuestionario fue completado por 100 pacientes con reflujo que recibían medicación diaria con antagonistas H2 o inhibidores de la bomba de protones.
Como en el caso del primer cuestionario, la zona que se mencionaba con mayor frecuencia era la garganta: irritación, dolor de garganta, afonía y carraspeo aparecieron en un 66% de las respuestas, mientras que un 50% refería globus, un 49% problemas nasales, un 48% problemas auditivos, un 46% tos, un 44% problemas bucales, un 42% problemas oculares y un 26% problemas dentales.
Tabla 1
Se asume que los pacientes con los síntomas más comunes son los principales usuarios de supresores del ácido (en lugar de usuarios de IBPs, que refieren una mayor incidencia de síntomas derivados del reflujo extraesofágico) y no se observó que las distintas dosis representasen una diferencia significativa.
El tercer cuestionario se dirigía a los pacientes que se habían sometido a una operación antirreflujo. Se reunieron 52 respuestas durante el período de recogida de datos.
Antes de la intervención, un 73% refería problemas de garganta y un 58% afirmaba tener globus, además de tos en un 50%, síntomas orales en un 50%, nasales en un 44%, auditivos en un 35%, oculares en un 33% y dentales en otro 33%.
Todos los encuestados salvo dos se habían sometido a una funduplicatura de Nissen, uno había recibido un implante LINX con éxito y al último se le había aplicado sin éxito el sistema Stretta.
Tras la intervención, los problemas de garganta se habían reducido a un 35%, los orales a un 29%, el globus a un 25% la tos a un 19%, los problemas nasales a un 19%, los oculares a un 17%, los auditivos a un 13% y la erosión dental a un 10%.
La puntuación acumulada de la prevalencia de los síntomas se se redujo de un 47% a un 20% como resultado de la cirugía antirreflujo.
Tabla 2
Conclusiones
La medicación con supresores de la secreción ácida no parece ser eficaz en el control de los síntomas del reflujo extraesofágico, pero sí la cirugía para la reducción del reflujo. Los pacientes con síntomas de reflujo extraesofágico deberían considerar la reducción del reflujo antes que la reducción de la
Un artículo publicado en mayo de 2017 en World Journal of Gastroenterology titulado “Funduplicatura de Nissen vs. inhibidores de la bomba de protones para el tratamiento del reflujo laringofaríngeo” [r-iii] que presentaba una revisión de 53 pacientes también concluía de la siguiente manera: “La funduplicatura de Nissen por laparoscopia logra un mejor resultado que los IBPs para el control del reflujo laringofaríngeo”.